Un ministro como carnaza
Ahí se va el holgado con su traje y su recado, acaso satisfecho de una excursión tan larga como reveladora. Había que verle la víspera en el Congreso, ya con la agenda despejada; el quejido del obligado a estar tres días tres lejos del sillón, ausente de sus más serios compromisos. Su pretensión de no hacer demagogia incluía el esfuerzo de no visitar el cogollo del asunto, para no hacerse fotos como excusa. Un paseíllo por la orilla para contentar a los indigenas, tres días de sacrificio y puerta. La «infructuosa gestión» ante el Ministerio de Defensa para acomodar espacios humanitarios, contada así al final de la comparecencia, ya lo advertía. La aventura sería inútil. La ausencia de autoridad se mide con el recuento. La demostración de fuerza de las mafias de la frontera es poderosa; la coordinación de envíos masivos hacia las islas convirtió en irrisoria la comitiva oficial. Este es el mensaje; la puerta sur de Europa, a merced de los traficantes de personas. El fenómeno no es nue