Algunas paradojas en torno a Nueva Canarias, la izquierda y el nacionalismo
Algunas tardes de este verano calenturiento de 2024 trajeron señales de discusión interna en Nueva Canarias, ese partido que gobierna el Cabildo de Gran Canaria en un pacto con el PSOE desde hace tres mandatos (si completan el periodo actual, llegarán a los 12 años presidiendo la primera institución de la isla). También salió hace un año de las urnas participando en el gobierno de diez ayuntamientos de la isla (en total son 21), en la mayoría de los casos con alianzas, y en algunos lugares donde antaño tuvo holgadas mayorías absolutas como Telde ejercen ahora una oposición depuradora. En esa misma convocatoria electoral, la mayor novedad la aportó Román Rodríguez, el presidente y lider mediático de la formación, que no consiguió escaño pese a liderar la lista regional, y se quedó fuera del Parlamento canario después de cuatro años como vicepresidente del Gobierno autonómico. Los malos resultados obtenidos un año después en las elecciones europeas (la coalición en la que se integró NC estaba impulsada por Sumar y otras organizaciones de corte progresista y se quedó con tres escaños en Estrasburgo), desató una especie de revuelta interna que parece decidida a forzar la celebración de un congreso para cambiar liderazgos y principios de la formación, aunque el alcance de ese torbellino aún está pendiente de convalidación.
Estas notas no tienen vocación de análisis, ni pretensión de influencia, ni tentación visionaria. Son sólo apuntes de un observador distraído, que por esas cosas de la vida ha sido un modesto testigo de los procesos vividos en el nacionalismo canario desde los años 80 del siglo pasado, y de la evolución política reciente del Archipiélago.
1. Distracciones y censuras. Este verano de 2024 se han concretado en Gran Canaria al menos dos mociones de censura en ayuntamientos presididos por líderes locales vinculados a NC, una en la Vega de San Mateo y la otra, aún pendiente de votación, en Santa Maria de Guía. En ambos casos, se han roto los pactos establecidos con el socio preferente habitual de este partido, el PSOE, que pasa a gobernar (en Guía ocupará la Alcaldía, y en San Mateo la cede a CC) aglutinando todos los votos de las respectivas fuerzas de la oposición, incluido el PP. Estos movimientos de apariencia fortuita hacen sospechar que las distracciones de la discusión interna están siendo aprovechadas para debilitar la hegemonía en el Cabildo grancanario, donde la presidencia se ha decantado en las tres últimas convocatorias electorales del lado nacionalista por un estrecho margen de entre 8.000 y 10.000 votos, una batalla sorda que tiene numerosas implicaciones tanto en la gestión del Cabildo como en la convivencia con otras fuerzas en las instituciones locales, aunque en el PSOE no se oculta el interés en desgastar a su socio, mientras CC se frota las manos con las expectativas de aprovechar los restos del incendio para fortalecerse en Gran Canaria. Falta por saber si esta moda se extenderá a medio plazo a otros ayuntamientos, porque salvo Agüimes, Gáldar y Tejeda, con mayorías absolutas, en el resto de municipios donde gobierna NC lo hace en alianzas que implican a los socialistas. Es curioso que estas maniobras se produzcan cuando apenas ha transcurrido un año de mandato, lo que augura un periodo de inestabilidades más largo, y tal vez más intenso, del tradicional en la política canaria.
2. Liderazgos. La rebelión interna parece centrada en desbancar del control de la organización a dos de sus dirigentes fundacionales, el ya citado Román Rodríguez y Carmelo Ramírez, responsable de Organización que ya ejercía ese papel primero en ICAN y más tarde en la estructura insular de CC, formación nodriza de la que se desgajaron en 2005. Curiosamente, el cuestionamiento de ese liderazgo lo abanderan públicamente algunos dirigentes que llevan periodos similares en sus cargos públicos de ámbito local, vinculados a organizaciones de limitada implantación territorial cuya relación orgánica con NC parece ahora cuestionada, aunque participan en sus reuniones directivas sin reparos, pero con ausencias habituales cuando se trata de abordar asuntos espinosos. El espacio político de Ramirez, reconocido coordinador internacional de la lucha del pueblo saharaui, no parece ya suficiente motivo para reconocer su larga trayectoria en defensa de los pueblos empobrecidos, sin que ningún representante del sector crítico maneje ni los contactos, ni la influencia exterior de Ramirez, y no parecen interesados en conservar ese nivel de compromiso. Pese a la aparente conjunción de intereses entre Román y Ramírez, no deja de resultar llamativo el hecho de que el expresidente del Gobierno canario no haya viajado nunca a los campamentos de refugiados saharauis, al menos desde que asumió distintas responsabilidades públicas a partir de 1995, y sin embargo haya propiciado sin tapujos un acercamiento incondicional a Marruecos apoyando a sectores empresariales de Canarias incluso organizando visitas oficiales al país ocupante del Sáhara Occidental sin que se conozcan debates internos por estas aparentes discordancias.
3. Estrategias. Las demandas de los autodenominados renovadores parecen asentarse sobre la base de un nuevo esquema organizativo, que aporte más visibilidad a la gestión local de las distintas agrupaciones vinculadas. Un modelo que reproduciría la estructura ya apuntalada en Coalición Canaria, y abriría la mano a un espacio de acercamiento (el entendimiento aún parece imposible) con la formación de la que formaron parte hasta que el sector más reaccionario se instaló en la dirección de la matriz nacionalista, rota en 2005 al no respetarse la propuesta grancanaria de situar a Román Rodríguez en aquel gobierno presidido por Adán Martín. Eran tiempos en los que la voz cantante del “nacionalismo” progre grancanario la imponía José Carlos Mauricio, hoy retirado de la actividad partidista y dedicado a la representación de intereses ajenos a este espacio político. Es decir, hasta ahora las estrategias orgánicas han estado orientadas a preservar espacios de poder más o menos regional, pero ese margen ha desparecido desde que en las elecciones de 2023, NC quedó fuera del Gobierno canario y fuera de cualquier margen de maniobra tanto en el archipiélago como en las alfombras del poder que se gestiona desde Madrid. La alternativa de futuro parece interesada, a juzgar por las proclamas difundidas, en reforzar el carácter localista calcado de aquella CC rupturista antes que en recuperar algún margen de maniobra en campos de mayor calado, como los que están ya abordando cuestiones de tanto interés para Canarias como la definición de su entorno fronterizo, la politica migratoria o la variación de la influencia europea en el entorno africano, empezando por el corrimiento de España a favor de entregar definitivamente el Sáhara a Marruecos, asunto que, en el círculo del debate interno actual, resulta del todo marginal.
4. Ideología. Lo que no aparece por ningún lado en las proclamas del autodenominado sector renovador es la reivindicación de la izquierda como el espacio político de la organización, cuando este es su origen histórico y el eje que ha guiado las distintas denominaciones del recorrido de su militancia y de sus votantes. El reciente congreso de 2022 optó por la formulación del "canarismo" como neologismo acuñado para evitar riñas internas, que sólo ha servido para diluir su carácter histórico, sin que haya quedado claro si pretendía borrar el pasado izquierdista o enmascarar la vocación nacionalista del partido (o federación de agrupaciones, porque en ese congreso al parecer no quedó claro qué es de cada quién). O ambas cosas a la vez. Desde aquella confluencia a principios de los años 80 entre Asamblea Canaria e Izquierda Nacionalista Canaria, hasta la incorporación del sector mayoritario de Izquierda Canaria Unida, y la confluencia con la Unión de Nacionalista de Izquierda (UNI) -el colectivo liderado entonces, entre otros, por Román Rodríguez- que sentó las bases de ICAN agrupando a distintos sectores que habían pasado antes por la experiencia de la Unión del Pueblo Canario (UPC). Este proceso integrador posibilitó la formación que en 1993 pactó con la tinerfeñista ATI y sus satélites en La Palma y Lanzarote la creación de Coalición Canaria (CC), nacida al abrigo del poder reunido tras desbancar al PSOE del Gobierno canario. Para ese nacimiento fue necesaria también la implicación de Asamblea Majorera, entonces formación izquierdista hegemónica en Fuerteventura. Esta pertenencia ideológica a la izquierda explica no sólo el nacimiento, sino también la fractura de CC, surgida de su alineamiento con la tendencia reaccionaria presente en el tinerfeñismo que forzó en 2005 el mismo nacimiento de NC. En las prácticas políticas de este sector, se observan comportamientos extraños para el votante habitual de esta formación, como el rechazo y prohibición a la bandera canaria con las siete estrellas verdes en las fiestas de Agaete, o los homenajes a la bandera española en varios de los pueblos gobernados por lideres locales, por citar dos hechos puntuales, asuntos que podrían pasar como anécdotas si no fuera porque no lo son. En este contexto, el calco del modelo organizativo de CC que se defiende como alternativo parece advertir una renuncia expresa a las políticas de izquierda, lo que implicaría una ruptura de la continuidad histórica de NC, despreciando su propia historia y al margen de la gran mayoría de su militancia. Pareciera que en las nuevas fórmulas que se barajan, ese pasado no existe.
5. Territorios. El poder actual en NC se asienta sobre el papel que representa en el Cabildo de Gran Canaria, y alrededor de los gobiernos locales gestionados por esas agrupaciones locales con más o menos recorrido (no es lo mismo el terreno labrado por Roque Aguayro en Agüimes desde el inicio de la democracia que las más recientes formaciones del centro y norte de la isla, por muy potente que resulte el liderazgo emergente del Bloque Nacionalista Rural de Teodoro Sosa en Gáldar, el alcalde más votado de España). Aunque en todos los casos, el voto fiel a estos colectivos en las urnas locales se pierde sistemáticamente por el camino cuando las elecciones son a instituciones del Estado o europeas, una debilidad histórica que ninguna investigación sociológica ha conseguido explicar, más allá del lamento ocasional. En este contexto, sorprende la escasa capacidad de influencia interna de la asamblea de NC en Las Palmas de Gran Canaria, pese a llevar ya tres mandatos en el gobierno de la capital de la isla, sin asumir otro protagonismo que el de ejercer de muletilla del PSOE en la gestión de la ciudad, sin ningún interés de sus representantes municipales en abanderar aquellos aspectos más sensibles para el votante nacionalista capitalino. La renuncia a abanderar la recuperación de la gestión pública del agua (NC llegó a promover incluso un referéndum con recogida callejera de firmas cuando ejercía la oposición, antes de 2015), o la más que cuestionable gestión del proyecto de la movilidad urbana expresada en los retrasos de la obras de la Metroguagua, pero no sólo por eso, se añaden al desinterés del resto de las organizaciones vinculadas a NC por explorar el espacio nacionalista del voto urbano, a pesar de las expectativas creadas en el inicio de la democracia con la llegada de la UPC a la Alcaldía. Sus representantes en el Ayuntamiento en los últimos nueve años no han mostrado ni una sola discrepancia pública con la cuestionable gestión de la ciudad con sus socios de PSOE y Podemos, más ocupados en el usufructo de las canonjías pactadas y en alimentar fidelidades de pesebre antes que en la generación de alternativas de desarrollo comunitario. La pasividad en la gestión ha permitido incluso que el PSOE promocione al que fuese alcalde gracias a NC, Augusto Hidalgo, pese a presentar una gestión más que censurable, para disputarle la presidencia del Cabildo grancanario a Antonio Morales. Y ninguno de esos portavoces capitalinos, ni Pedro Quevedo ni José Eduardo Ramírez, parecen interesados en fomentar, y mucho menos en encontrar, relevos generacionales capaces de promover entusiasmos colectivos. Esa confluencia de desintereses desemboca en la paradoja que impide a la organización crecer en la mayor bolsa de votantes del Archipiélago, sin que eso parezca importarle a ninguna de las facciones en disputa.
En resumen, parece impropio de una organización política estable fomentar el descrédito de sus propios lideres en las plazas públicas por muy veteranos que sean, sin atender la hoja de servicios prestados ni los enormes sacrificios aportados por muchos de ellos incluso para financiar la estructura cuando las vacas eran flacas. La exigencia de renovación interna se produce además en un momento de especial debilidad orgánica, cuando se han perdido espacios de poder y los que se mantienen dependen en su mayoría de socios externos, lo que hace sospechar si la tentación rupturista está animada o jaleada por quienes han despreciado siempre esta propuesta política, que tradicionalmente organizan sus bailes con orquestas muy bien pagadas. Este proceso también deja en evidencia que los errores cometidos en la participación interna son viejos y no se articularon dinámicas internas que facilitaran la participación ni la cualificación de militantes cuando era más fácil atraer simpatizantes de otros colectivos. Y por eso mismo, las carencias ideológicas que se muestran ahora desvelan que no se ha cuidado la formación de sus propios cuadros tanto como la sumisión a las necesidades que los ejercicios del poder reclamaban en cada momento. Por decirlo en cristiano, en el pecado llevan la penitencia. Y sobre ese mismo terreno resbaladizo, la tentación de desprenderse de las raíces originarias de la izquierda sólo puede conducir a una organización menos relevante, si no a su naufragio electoral, cuando se afronta un proceso histórico de expansión del fenómeno ultraderechista que recorre todo el mundo occidental, y del que Canarias no está a salvo por lejos que parezcan esas tendencias. Con los experimentos recientes que desde el populismo desprecian la necesidad de convertir Canarias en protagonista de su destino, sólo cabe preguntarse: ¿Es que ya no necesita Canarias una fuerza política que represente con voz propia la defensa de los sectores más empobrecidos del Archipiélago? A esta y demás cuestiones derivadas tendrán que responder quienes aspiran a construir la Canarias del futuro. No sólo con oratoria en los congresos, sino con los cambios en la práctica política cotidiana que reclaman los vientos de la historia.
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