La mirada de Gáldar
Fotos: Ayuntamiento de Gáldar. |
Con su muerte joven y su carácter reservado, Antonio Padrón no era buen candidato a la posteridad, así que el mérito de su vigencia debe concentrarse en la calidad de su obra y del esfuerzo de esos paisanos y admiradores. El suyo no fue un tiempo fácil, como tampoco debió resultar sencillo el camino de retorno, la vuelta a los orígenes, si no fuera por la propia convicción de que una biografía se alimenta como los árboles, echando raíces y cuidándose de la maleza.
Por eso está en pleno crecimiento su figura, ahora que apenas cumple cien años. De cada rama que se muere nacen muchos hijos si caen en suelo fértil, no urbanizable. El entorno creado en Gáldar, alrededor de su casa y de sus cuadros, ofrece ese marco propicio. Así se forja el milagro de la multiplicación en la naturaleza, con mucha azada y buena fuente. Y por eso suceden cosas como la intensa calima del otro día; por comprobar de vez cuando si aún quedan almas sensibles capaces de sobrecogerse. Basta mirar alguno de sus cuadros, Las Cucañas por ejemplo, para saber que Padrón ya había visto ese ocre sobre el paisaje mucho antes de que ocurriera.
La mirada convierte al artista en vigía, pinta la claridad de todos los futuros en una pared o en un lienzo. La tierra y la gente que se apaña con lo que tiene son la vida que pasa, el punto de partida. La magua es lo que queda.
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